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El índice de anemia en niños menores de 3 años cerró el 2018 en 43.5%, según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar. En relación con el 2017, apenas bajó 0.1%. ¿Qué pasó? ¿Por qué el esfuerzo del país no rinde frutos?

Fuente: Diario el Peruano


Evelyn Paan

Secretaria de Imagen Institucional del Colegio de Nutricionistas del Perú

En el Perú, debido a prácticas alimentarias inadecuadas, muchas familias consumen productos ultraprocesados y tienen una baja ingesta de hierro y proteínas. Esto es muy curioso en un país con una megadiversidad de alimentos y con una de las mejores gastronomías.

Alimentos como el hígado, el bazo y la sangrecita han sido excluidos de la alimentación habitual de los niños, pese a que son fuente de hierro tipo Hem (con hemoglobina y mioglobina), el cual es mejor metabolizado por el cuerpo y absorbido con gran eficiencia. De igual manera, se han dejado de lado la quinua, la kiwicha y la cañihua, cuyo contenido de proteínas es más alto que el de cualquier otro cereal y una fuente importante de fibra dietaria.

Como consecuencia de esta realidad, hoy la población vulnerable a sufrir de anemia (niños menores de 36 meses, sobre todo) consume solo 4.3 mg/día de hierro, cuando su requerimiento es de 7 mg/día, según la publicación del Instituto Nacional de Salud titulada Patrón de consumo de alimentos ricos en hierro según origen animal y vegetal en niños de 12 a 35 meses y regiones del país. Es decir, nuestros niños solo llegan a cubrir el 41.8% de sus necesidades.

La anemia es un severo problema de salud pública, ya que tiene consecuencias irreversibles en la capacidad física, intelectual, emocional y social de quien la sufre, sobre todo si está en un período de crecimiento y diferenciación cerebral. Lo que significa que cada niño con anemia será un adulto con menor productividad y calidad de vida.

Mientras cerca de la mitad de nuestros niños sufran de anemia, no podemos hablar de verdadero desarrollo. Por eso es preciso articular a los sectores público y privado para avanzar en la reducción de la anemia e impulsar trabajos como el establecido en la hoja de ruta que los ministerios de la Producción, Midis, Minagri, Minsa y el sector privado (empresas y cooperativas) desarrollan para incentivar el consumo de nuestros productos.

Asimismo, la educación alimentaria nutricional es fundamental, ya que esto implica que cada familia reciba información de un profesional experto en nutrición que le permita desarrollar habilidades y adoptar conductas alimentarias propicias para su salud y bienestar, respetando sus saberes y en adecuación con su entorno.

Es fundamental que las políticas públicas promuevan una educación alimentaria de calidad, atendiendo la disponibilidad, accesibilidad y el consumo de alimentos nutritivos e inocuos. Solo así alcanzaremos la meta trazada para el bicentenario: “independizarnos” de la anemia infantil y lograr un país en el que todos los peruanos tengan las mismas oportunidades de salud, nutrición, educación y desarrollo.

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